Cuando se escucha la palabra aceptación en muchas ocasiones es entendida como sometimiento a las circunstancias y entregarse a ellas de forma resignada.
La aceptación y la resignación son dos habilidades que aunque coloquialmente pueden resultar equivalentes, para la psicología y particularmente en psicoterapia tienen grandes matices diferenciadores.
Resignarse implica un proceso de someterse, de conformarse, en el que no hay tolerancia a la situación y conlleva a la inacción. Pensamientos como “no puedo hacer nada y siempre ocurrirá lo mismo”, establecen una posición de inmovilismo y aporta pocas o ninguna oportunidad para la mejora.
Aceptar implica, en cambio, abrirse a nuestras experiencias de forma natural, al mismo tiempo que permite dirigirse hacia la acción. Supone abandonar las estrategias de lucha, de control de emociones y pensamientos, que tantas veces resultan problemáticas y entregarse de una forma activa a estar presente en la experiencia, sin quedar atrapado en esos pensamientos, sensaciones, emociones o recuerdos desagradables. Supone abrirse, permitiendo a esas experiencias dolorosas que estén ahí, dándoles espacio, sosteniéndolas y abandonando esa lucha por que desaparezcan. La aceptación es el primer paso del cambio.
Cuando aceptamos una determinada situación, nos estamos abriendo a considerar otras posibilidades. Y además de forma paralela, aporta una dirección hacia la que actuar, persiguiendo objetivos acordes con los valores de la persona.
“Acepta. No es resignación. Nada te hace perder más energía que el resistir y pelear contra una situación que no puedes cambiar” (Dalai Lama)
El psicoterapeuta inglés, Russ Harris, experto en la terapia de aceptación y compromiso (ACT) señala que el proceso de aceptación conllevaría tres fases entrelazadas y superpuestas:
- La fase de reconocer: el reconocimiento de una experiencia interna no deseada, identificarla y no juzgarla. Para ello la apertura y la curiosidad ayudan a enfocar.
- La fase de admitir: tras el darse cuenta de la experiencia concreta, permitir que ésta permanezca sin batallar con ella. Es importante señalar que aceptar no quiere decir que tenga que gustar el pensamiento, sentimiento etc… significa permitirlo, dejarlo ver.
- La fase de acomodar: dar espacio a la experiencia interna, a los pensamientos, sentimientos, impulsos, sensaciones, recuerdos, que resultan difíciles.
Beneficios psicológicos de la aceptación
El proceso de la aceptación aporta unos beneficios psicológicos muy a tener en cuenta:
- a través de la observación, tanto de uno mismo como de todo el entorno, se conecta con la experiencia presente, con el aquí y ahora.
- favorece alcanzar un mayor autoconocimiento y comprensión, así como también la autocompasión.
- ayuda a conectar con el cuerpo y con las emociones.
- facilita dejar a un lado el sufrimiento al permitir permanecer con curiosidad en la experiencia.
- elimina juicios, etiquetas, quejas, y motiva la búsqueda de soluciones.
- favorece el tomar distancia de los pensamientos, las sensaciones, las emociones, los recuerdos o las imágenes difíciles sin quedar atrapados en ellos.
- permite adicionalmente focalizar en la acción y en las experiencias acordes con los propios valores, es decir, con el significado que se le quiere dar a la propia vida, con el propósito vital.
Un proceso opuesto al de la aceptación es el de la evitación experiencial. Consiste en no tomar contacto con las vivencias externas o internas, con esos pensamientos, recuerdos, sensaciones difíciles, éstos se rehuyen, se evitan, para no sufrir el malestar que generan.
Si valoramos los resultados de esta estrategia a corto plazo, seguramente veamos que aporta un beneficio, un alivio inmediato. Pero si esta estrategia se consolida en el tiempo, en numerosas ocasiones acabará generando problemas emocionales o conductuales.
Puedes preguntarte… ¿hay alguna cosa que no esté aceptando en este momento en mi vida? ¿existe algo con lo que estoy constantemente luchando, tratando de controlar y que a pesar de los esfuerzos no lo consigo?
Si la respuesta es afirmativa, quizás la aceptación podría ayudarte a enfocar la situación desde otra perspectiva y poder restablecer así el equilibrio vital. A veces no pueden controlarse o cambiarse determinadas situaciones, y aferrarse al control genera emociones dolorosas.
Pregúntate
¿Qué serías capaz de hacer si esa experiencia no existiera?
¿Cómo estarías sin ella?
Estrategias
La aceptación puede entrenarse y practicarse en todos los ámbitos de la vida. Algunas estrategias para potenciar el proceso de aceptación:
- Trata de no juzgar, y no juzgarte, trabaja la empatía y la autocompasión
- Vive el presente. La mente, a través de los pensamientos, viaja al pasado y al futuro de forma recurrente, por ello hacerse consciente y aprender a estar en el presente, a prestar atención de manera flexible a la experiencia de cada momento.
- Normaliza las experiencias dolorosas. Asumir que el dolor es una parte de la vida y de la condición del ser humano, facilitará el proceso de aceptarlo. No se trata de reprimir o negar los pensamientos o emociones que resultan dolorosos, sino de observarlos, reconocerlos y aceptarlos, sólo desde ahí se pueden integrar para crecer.
“Lo que niegas te somete, lo que aceptas te transforma” (Carl Jung)
Si estás pasando un momento difícil y te has cansado de resignarte, te podemos ayudar a hacer este proceso de aceptación. Puedes pedir una cita con nosotros, de manera presencial o bien a través de nuestra área de psicólogos online para que te acompañemos en este proceso, contactando en el teléfono +34 669 489 678 o bien en el email hola@psicopartner.com donde estaremos encantados de atenderte.