A nivel profesional decidí especializarme como sexóloga y terapeuta de parejas, porque veía que casi todo el mundo desea tener pareja sabemos muy poco sobre el amor, las relaciones de pareja y la sexualidad. A muy pocas personas les enseñan qué hacer ante una discusión con sus parejas o qué hacer si estás teniendo alguna dificultad en el plano sexual que te está impidiendo disfrutar. Al contrario, existen mitos tales como que “el amor lo puede todo” que nos entorpecen aún más. 

Durante mi formación me di cuenta de que el plano psicológico era crucial en la sexología y en la terapia de pareja. Veía como, por ejemplo, un estado de ánimo bajo o un estrés acusado repercutían en el funcionamiento sexual de los pacientes y viceversa. Por lo que decidí que también me formaría como psicóloga general sanitaria, porque todo estaba interconectado.

Si tuviera que elegir tres valores que me definieran como terapeuta serían la responsabilidad, la transparencia y la cercanía. Mi objetivo como terapeuta es acompañar a mis pacientes en las dificultades que estén presentando. Ser su guía, pero no su directora.

Para mí, cada paciente es diferente, y, por tanto, también lo es su tratamiento. Por lo que intento personalizar cada herramienta a las características de mi paciente, adaptarme a sus necesidades. Creo que la psicología es una disciplina que requiere creatividad y una mirada de aceptación incondicional hacia los pacientes.