Hemos vivido momentos verdaderamente duros como sociedad, aún los seguimos viviendo. Muchas familias han tenido que lamentar pérdidas de seres queridos y han tenido que afrontar un duelo en las condiciones más difíciles para hacerlo, esto es, cuando no se podía acompañar, despedir, velar y en definitiva cerrar la pérdida con los rituales necesarios.
No solo se trata de un duelo familiar, hemos tenido que elaborar un duelo social también, un duelo en el que aprendimos, o nos resignamos, a perder parte de nuestras libertades, parte de nuestro estilo de vida. En algunos casos las pérdidas y los duelos han sido, no solo sanitarios, sino también económicos, sociales. En otros casos se ha visto alterada la dinámica vital obligando a incorporar una nueva modalidad de trabajo y ocio, un ocio y un trabajo entre las 4 esquinas de la pantalla de un ordenador un teléfono móvil.
Parece ser que el teletrabajo llegó de forma forzada y lo hizo para quedarse, pero llegó sin planificación, llegó como una obligación impuesta por la necesidad de continuar avanzando y viviendo al tiempo que estábamos protegidos. Nos adaptábamos rápidamente y tomábamos decisiones que nos permitían cuidar de la familia y poder trabajar al mismo tiempo, especialmente en aquellos momentos entre marzo de 2020 y junio de 2020, momentos en los que la actividad académica estaba poco menos que suspendida o en el mejor de los casos «digitalizada» en modalidad online.
Los grandes olvidados
Los niños más mayores, que ya tienen capacidad para mantener cierto control emocional se adaptaron, cómo pudieron, pero se adaptaron. Perdieron referencias sociales, quedaron aislados, en un momento en el que la pandemia impedía ese camino que los críos tienen que hacer entre mantener el vínculo y auto-realizarse. Sin poder salir de casa, sin ir al parque o al centro comercial a ver a sus amigos, sin ver a sus familiares, salvo a través de la pantalla.
Y se adaptaron, salieron cuando se pudo salir, y aunque algunos chicos están mostrando algunas dificultades adaptativas serias relacionadas con la gestión de la ansiedad social o de la propia auto-imagen, están saliendo adelante.
¿Podemos creer de verdad que esto sea así, cuando se estima que los problemas de ansiedad y depresión se van al disparar casi un 30% en la población adulta?
En la consulta privada estamos observando un repunte de casos de adolescentes y jóvenes que tienen verdaderos para manejarse sin sus dispositivos móviles o multimedia, chavales que están jugado o conectados durante gran parte de la noche y que luego durante el día tienen problemas para afrontar sus obligaciones académicas o sociales.
Por otro lado tenemos a los más pequeños, que son los verdaderos destinatarios de este articulo, aquellos que aún están en la etapa infantil, que durante los periodos de confinamiento y aislamiento han estado en casa compartiendo espacios y tiempo con sus adultos cuidadores.
Durante el periodo de la primavera de 2020 decíamos que esos pequeños habían ganado, que ellos, que aún necesitaban el contacto y la protección cercana de papá y mamá, la tenían. Sin embargo no contábamos con la exposición excesiva a las responsabilidades laborales de sus padres, si, las pantallas nos han permitido conectarnos y poder continuar, pero por otra parte nos han obligado a hacer un intento de conciliación. Ese intento de conciliación, en buena parte de las ocasiones ha trastocado la forma en la que nos relacionamos con los pequeños.
Ellos seguían siendo los protagonistas de la casa, seguían buscando la mirada incondicional de papa y mamá, cuyas responsabilidades impedían que pudieran dar esa atención que los pequeños necesitaban. Así se crea el caldo de cultivo para las rabietas (evolutivas o no), las conductas disruptivas o caprichosas y en los casos más extremos los trastornos de conducta o desafiantes.
Y es que el niño pequeño por debajo de los 6 ó 7 años aún no es capaz de regular de forma efectiva sus emociones, aún no es capaz de razonar como lo hará cuando sea un pre-adolescente, necesita a sus figuras vinculares para ello. Algunas familias tuvieron que recurrir a todo tipo de «trucos» para poder conciliar, aprovechando las siestas de los niños para el trabajo, tratando de cuadrar agendas para las reuniones virtuales y que los niños no se colaran en las pantallas, etcétera. Si el nivel de estrés de mamá o de papá sube, si está cada vez más tensa,
¿qué creemos que experimentaron los niños pequeños a aún están conectados con sus padres?
Cuando tienes una reunión de dos horas, en el mismo lugar en el que tus hijos conviven contigo y estás sólo, puedes optar por una opción muy razonable, que aparentemente puede resolver tu problema; le pones al niño los dibujos animados, le dejas la tablet o el móvil y de esa forma el pequeñín está entretenido y no molesta, puedes dedicarte a tu trabajo y después ya tendrás tiempo de ocuparte del pequeño, este error nos está trayendo ya consecuencias que podemos ver en nuestro día a día.
La consecuencia de abusar de las pantallas
En los niños menores de 3 años, la exposición diaria a las pantallas puede acarrear dificultades adaptativas, reversibles pero de cierta gravedad. En primer lugar de carácter psicomotor. Los niños pequeños se expresan y se desarrollan a través del movimiento. El control del cuerpo y su posición relativa en el espacio, la adquisición de la marcha, la de habilidades manuales básicas, son capacidades que permiten la exploración y la experimentación autónomas. Son un elemento esencial de desarrollo neurológico del niño y acompañan el desarrollo general. Si estoy 3 ó 4 horas al día mirando la pantalla, estaré perdiendo todo ese tiempo para explorar, curiosear y por supuesto experimentar. Pero además no necesitaré comunicarme, ya lo hace la máquina todo por mi, me habla, me distrae, me da estimulación audiovisual activadora, que en los niños es muy placentera, pero que claramente limita las oportunidades de desarrollo del niño.
Los niños con una exposición excesiva pueden mostrar sintomatología compatible con trastornos de lenguaje y en algunos casos de cierta gravedad incluso señales de riesgo de trastorno de espectro autista. Son muchos los casos de niños de estas edades que están teniendo problemas para aceptar la presencia de otros niños en su mismo ambiente.
Si ademas de exponer a los niños demasiado tiempo, no tenemos en cuenta los contenidos a los que están expuestos, nos podemos encontrar con la «sorpresa» de que nuestro pequeño incorpore a su repertorio conductual respuestas agresivas, físicas o verbales. No debemos olvidar que un niño de 5 ó 6 años aún puede confundir perfectamente la realidad con la ficción, si los modelos a los que está expuesto son inadecuados y los adultos no actuamos como reguladores, se provocarán situaciones de conflicto que nuestro pequeño tendrá dificultades para resolver.
Tratar de corregir este tipo de situaciones sin ayuda puede ser difícil y en casos extremos puede crear una ruptura del vínculo con sus figuras de protección, lo que llamamos una falla vincular que podría dejar una huella que acompañe al pequeño el resto de su vida.
¿Qué puedo hacer si mi niño/a tiene problemas?
Acudir a la consulta de un psicólogo infantil antes de que el problema se cronifique es la mejor decisión, en la consulta de psicología atendemos, no sólo a familias con un problema diagnosticable, sino a muchísimas familias que tienen dudas sobre la crianza y sobre el mejor ambiente que pueden dar a sus hijos, y es que «no llegan con un libro de instrucciones».
Los problemas de conducta y de ajuste socio-afectivo de los niños deben ser abordados, a nuestro juicio, de forma elaborada, profunda, tratando de entender las necesidades de apego y vínculo del niño y dotando a la familia de los conocimientos en desarrollo infantil y los recursos necesarios. No sólo con el objetivo de que el problema actual se corrija, sino buscando que los adultos puedan evolucionar en su rol parental, consiguiendo un mejor ajuste familiar.
Este tipo de apoyo a la familia se puede abordar tanto en consulta online, como en consultas presenciales y con niños menores de 5 años, no suele ser necesario que el pequeño participe directamente en el proceso.
En Psicopartner abordamos este tipo de dificultades aunando los conocimientos de neurociencia y desarrollo infantil con un encuadre de psicoterapia breve con el que abordar los problemas conductuales de los más pequeños. Puedes pedir una cita con nosotros llamando al 669 489 678.