No nos tocamos ..... lo necesito
La falta de contacto físico a causa de estar más de dos meses confinados en casa y ante el miedo inminente de un posible contagio por el COVID-19, la manera de relacionarlos ha cambiado sustancialmente.
Los afectos se han ido transformando en continuas videollamadas, distancia acusada presencial, el chocar de los codos con las risas consecuentes, unas ganas de abrazarnos y acariciarnos que no pueden en ocasiones más que quedarse en la imagen de aquello que fue algo tan cotidiano y normalizado que ahora se nos presenta extraño y con sentimientos de añoranza, tristeza y con tintes deshumanizantes.
¿Por qué necesitamos los seres humanos el contacto físico?
Esto se conoce como hambre de piel, el tacto es uno de los sentidos más primarios y que es fundamental para el correcto desarrollo afectivo y emocional, este término lo acuñó Tiffany Field fundadora del Instituto de Investigación del Tacto de la Universidad de Miami, una de las figuras más importantes conocedora de este sentido y que ha llevado a cabo estudios e investigaciones importantes a este respecto; el contacto físico con nuestra madre nada más nacer, el contacto con su cuerpo piel con piel, nos brinda estados de calma, bienestar y tranquilidad.
Desde que nacemos a nivel innato, biológico si el pequeño recibe de sus progenitores caricias, un volumen de tono de voz adecuado, pausado con presencia de palabras agradables, cercanía, sonrisas, contacto frecuentes , este pequeño se sentirá tranquilo y seguro; por el contrario si recibe caricias poco frecuentes, volumen de voz alto, con palabras o mensajes hostiles, este niño se sentirá intranquilo e inseguro.
Esto obedece de manera innata al principio de bienestar, el ser humano maneja mal los estados de incertidumbre y necesita sentirse tranquilo y seguro para no desarrollar malestar acusado y tener sensación de control sobre sí mismo y sobre su entorno.
Por otro lado, se ha demostrado que las caricias, los abrazos o una simple palmadita en el hombro ayudan a nivel neurológico a que se activen y liberen determinados neurotransmisores: como la dopamina que funciona como sistema de recompensa y nos proporciona placer; la serotonina que se encarga de regular entre otras cosas el estado de ánimo, los ciclos de sueño y vigilia y la alimentación, las personas con depresión presentan déficits de serotonina, además con las caricias y los abrazos se libera una hormona conocida como oxitocina, denominada la hormona de la felicidad y a su vez el contacto físico reduce la liberación de cortisol, asociado al incremento de respuestas de estrés.
Rene Spilz, psiquíatra y psicoanalista norteamericano, describió un trastorno en los infantes conocido como Hospitalismo, sus estudios e investigaciones datan de 1945 donde estudió la privación afectiva en infantes de más de 3 meses, en ellos recogió que aquellos niños que se encontraban en orfanatos como en casas-cuna en comparación con aquellos que se encontraban en sus hogares o en cárceles con sus madres, aunque las condiciones físicas e higiénicas en estas instituciones fueran óptimas o menos adecuadas y se les proporcionaran excelentes cuidados, la falta de contacto físico con una madre arrojaba mayores problemas físicos y emocionales con los años y mayor probabilidad de mortandad; hoy en día en cualquier centro o institución se promociona que el pequeño aun teniendo que estar hospitalizado tenga contacto y cuidado frecuente por parte de la madre garantizando así un mejor desarrollo físico y emocional.
Jonh Bowlby, psicoanalista inglés , en su estudio Cuidados Maternos y Salud Mental publicado en 1951 en la Europa de la posguerra tras la Segunda Guerra Mundial y recogiendo los trabajos de Spilz ,estudió el caso particular de infantes que se encontraban en hospitales e instituciones de niños sin hogar sin la presencia de su madre concluyendo que el infante debe experimentar una relación cálida, íntima y continuada con su madre y que ambos, progenitor y niño disfruten de una relación que les brinde satisfacción y placer , acuñó el término de privación materna; posteriormente desarrollo la Teoría del Apego donde estudio los vínculos de apego durante los 6 primeros meses entre la madre y sus hijos y como resultado concluyó apegos desorganizados y desestructurados entre los mismos, ya fueran por un cuidado y afectos ausentes, como inconsistentes y negligentes, dando lugar en los niños a respuestas de búsqueda de cariño excesivo, inseguridad para el explorar el entorno y/u otros patrones de desregulación emocional.
¿Qué podemos hacer si no podemos tocarnos?
El afecto se puede manifestar y comunicar de muchas formas, aunque ahora el contacto físico con algunas personas sea improbable, aquellas con las que no convivimos pero que apreciamos como amigos, familiares y demás, las expresiones verbales de afecto como los te quiero, los elogios y refuerzos puedan activar en el cerebro sistemas de recompensa y placer, bienestar y felicidad.
El promover ahora que podemos salir y estar en contacto con el otro, vínculos de proximidad y cercanía, con las sonrisas, la escucha activa y interés personal por el otro, favorecerá sentimientos de pertenencia al grupo, así como de contacto y vínculo afectivo.
El proporcionarnos caricias a nosotros mismos, acariciarnos el codo, los brazos, incluso abrazarnos a nosotros mismos, también liberará oxitocina y paliará en cierta medida ese hambre de piel que sentimos.
Es bueno además favorecer un pensamiento más adaptativo: pensar que aunque sea complicado y a su vez nos genere malestar, el no olvidar que este hecho obedece a algo temporal, a medida que transcurra el tiempo y cuando la situación se encuentre más normalizada y dispongamos de un tratamiento o vacuna, volveremos a relacionarnos de otro modo, como antes, más piel con piel.
“El síntoma más poderoso del amor es una ternura casi insuperable”.
Víctor Hugo
IRENE CALLEJA LÓPEZ
PSICÓLOGA SANITARIA PSICOPARTNER