Todo el mundo siente dolor en algún momento de su vida, sin embargo nadie nos prepara para ello.
Los datos son abrumadores, en Europa el 20% de la población tiene dolor crónico. Y el problema no es tanto el dolor en sí mismo sino su aspecto emocional asociado.
Los últimos estudios constatan que el dolor en muchos casos se asocia a un incremento de trastornos psicológicos. En España el 47% de los personas con dolor crónico sufren un cuadro depresivo asociado y el 50% sufren trastornos del sueño.
Es curioso como algo tan presente en nosotros, tan cercano, pueda ser tan desconocido para la mayoría de las personas. Pudiera parecer que no quieren saber nada del tema hasta que les toca de lleno, ya sea a ellos mismos o a personas cercanas.
La definición del dolor establecida por la Asociación Internacional para el Estudio del Dolor (IASP) es la siguiente:
"El dolor es una experiencia sensorial o emocional desagradable asociada a un daño real o potencial en un tejido, o descrito en términos de dicho daño."
Si nunca antes te habías parado a pensar qué es el dolor, puede que te sorprenda dos cosas de esta definición:
- Hace mención a una experiencia emocional, es decir, no solo se trata de algo físico sino que va más allá. No solo es una emisión de señales de dolor al sistema nervioso central (nocicepción), que sería la sensación del dolor, sino que hay un componente emocional que es inherente y único en cada persona.
- El dolor puede estar asociado a un daño potencial, es decir, que puede haber dolor sin que haya un daño real, solo con imaginarnos un posible daño surge el dolor como un mecanismo de defensa para preservar la integridad física.
Esto debería llevarnos a una revisión de los tratamientos que se están llevando a cabo en los procesos asociadas a cuadros de dolor, ya que el tratamiento farmacológico suele ser el único que se aplica en cuadros de dolor.
Se intentan aliviar los síntomas de forma rápida sin tener en cuenta que cuerpo y mente son un ente sistémico, es decir, que son inseparables y que uno y otro se influyen y mediatizan de forma constante.
Si te has encontrado con un proceso de dolor crónico o episodios de dolor agudo, es probable que hayas podido comprobar cómo el tratamiento farmacológico es insuficiente y a veces ineficaz. Con los fármacos el tratamiento se dirige a la experiencia sensorial, olvidando una parte importante como es la emocional.
No quiero decir con esto que se deba eliminar este tipo de tratamiento con fármacos, sino que se debería complementar y/o reforzar con técnicas psicológicas que tienen evidencias empíricas de probada eficacia.
En este sentido aparecen con fuerza las llamadas terapias holísticas (como el reiki, la musicoterapia o la arteterapia, entre otras) reconocidas por la OMS para la mejora de la calidad en el tratamiento de los pacientes. En España, muchos profesionales sanitarios se están formando en estas terapias, como ocurre en el Hospital 12 de octubre en Madrid en donde existe una Unidad de Reiki.
La investigación científica no es del todo concluyente y es necesario contar con más estudios para poder tener pruebas más concluyentes.
En cambio lo que sí que podemos decir es que hay pruebas concluyentes de mejoría cuando se combinan los tratamientos farmacológicos con terapias psicológicas.
Con la psicoterapia se trataría el aspecto emocional del paciente, la experiencia que supone vivir con dolor, la diferencia entre dolor y sufrimiento. La American Psychological Association (APA) confirma cómo los psicólogos sanitarios pueden establecer terapias que ayudan a manejar los aspectos mental y emocional del dolor, contribuyendo a crear una capacidad de resistencia y a desarrollar destrezas adecuadas para el manejo del dolor crónico.
Los datos demuestran que hay una escasa aplicación de tratamientos psicológicos a pacientes con dolor crónico, aún sabiendo la alta efectividad que están demostrando las diferentes terapias.
Se puede explicar por la falta de información del público en general, la sobremedicación, la falta de profesionales psicólogos sanitarios en la administración pública, etc, pero está claro que es necesario abordar el dolor desde una visión holística que permita un tratamiento multidisciplinar con médicos, fisioterapeutas, asistentes sociales y por supuesto psicólogos.