Hay una voz dentro de nosotros que nunca duerme.
A veces murmura en silencio, otras veces grita sin compasión.
Aparece cuando algo no sale como esperábamos y susurra frases que duelen más que cualquier crítica externa:
- “Deberías haberlo hecho mejor”.
- “Siempre te pasa lo mismo”.
- “Eres un desastre”.
Esa voz no se ve, pero pesa. Nos acompaña a todas partes. Y, sin darnos cuenta, puede convertirse en la banda sonora de nuestra vida interior.
EL ORIGEN INVISIBLE DE LA AUTOCRÍTICA
Nadie se despierta un día queriendo ser su propio enemigo. La autocrítica suele tener una historia detrás: una infancia en la que el cariño dependía del buen comportamiento, de los logros o de no molestar. Muchos niños aprenden pronto que ser queridos significa ser perfectos. Y así, sin darse cuenta, desarrollan una pequeña voz interior que les recuerda cómo deberían ser para no perder el amor de los demás.
Con el tiempo, esa voz se vuelve más fuerte. Ya no necesitamos que otros nos exijan: lo hacemos nosotros mismos. Nos convertimos en juez, fiscal y jurado de cada error, por mínimo que sea. Lo que empezó como una forma de protegernos del rechazo se convierte en una forma de maltrato interno.
La autocrítica es, en el fondo, una estrategia de supervivencia antigua que aún no ha entendido que ya no estamos en peligro. Esa voz no nació contigo. La aprendiste. Y aunque te haya acompañado durante años, no tienes que seguir creyéndola.

SU FUNCIÓN OCULTA: PROTEGERTE DEL DOLOR
La autocrítica no solo habla con dureza: habla con autoridad. Usa las palabras de quienes alguna vez fueron importantes para nosotros. Quizá la de un padre exigente, una madre que esperaba demasiado, un profesor que nunca parecía satisfecho, o incluso la comparación constante con hermanos o compañeros.
Por eso, cuando nos criticamos, no solo discutimos con nosotros mismos: revivimos la mirada de aquellos que un día quisimos complacer. Esa voz suena antigua, pero sigue siendo poderosa porque habla desde una herida que nunca se cerró del todo: el miedo a no ser suficiente.
Aunque parezca contradictorio, la autocrítica no intenta destruirte. Su intención más profunda suele ser protegerte: de la vergüenza, del rechazo, del miedo a no estar a la altura. Es una parte de ti que aprendió a hablar desde el miedo, no desde la ternura. Y mientras no la escuches con otra mirada, seguirá gritando cada vez que intente protegerte de algo.
Por eso, el cambio no llega intentando callarla a la fuerza, sino aprendiendo a escucharla de otra manera. A preguntarte:
- “¿De qué intenta protegerme cuando me habla así?”
- “¿Qué teme que ocurra si dejo de exigirme tanto?”
Solo cuando escuchas esas preguntas sin juicio, algo empieza a transformarse.

CÓMO RECONOCERLA
La autocrítica no siempre se muestra como una voz dura. A veces se disfraza de responsabilidad, de perfeccionismo o de control. Parece que solo quieres mejorar, cuando en realidad estás intentando no decepcionarte otra vez.
Se manifiesta cuando:
- Sientes culpa incluso cuando no has hecho nada malo.
- Te cuesta disfrutar de los logros porque siempre piensas que podrías haber hecho mejor.
- Te comparas constantemente con los demás.
- Tienes miedo a equivocarte o a defraudar a los demás.
- Te resulta más fácil ser comprensivo con los demás que contigo mismo.
Si esto te resulta familiar, no estás solo. La mayoría de las personas que viven con una voz autocrítica no se dan cuenta de cuánto les desgasta hasta que el cuerpo y la mente empiezan a pasar factura: insomnio, ansiedad, cansancio, sensación constante de vacío o de “no llegar nunca”.
LOS EFECTOS DE LA AUTOCRÍTICA
Mucha gente piensa que su autocrítica es lo que les mantiene en pie. Piensan que si bajan la guardia se volverán perezosos, irresponsables o mediocres.
Pero ocurre justo lo contrario: cuanto más te castigas, menos energía te queda para avanzar.
- El miedo no motiva, paraliza.
- La culpa no enseña, encierra.
La responsabilidad no nace del látigo, sino del compromiso con lo que de verdad te importa. Y eso solo florece en un terreno donde hay respeto y comprensión hacia uno mismo.
La autocrítica, en cambio, erosiona la confianza. Hace que vivas pendiente del error, del juicio, de lo que falta. Y poco a poco te aleja de lo que realmente eres: alguien que merece sentirse en paz, incluso cuando no todo sale bien.

CÓMO VIVIR UNA VIDA MAS ALLA DE LA AUTOCRTICA
No se trata de eliminar la autocrítica, sino de cambiar la forma en que te hablas.
Dejar de atacarte no significa perder exigencia o dejar de cuidar lo que haces; significa hacerlo desde otro lugar: la autocompasión.
Algunos pasos para empezar:
- Ponle nombre a esa voz.
A veces ayuda imaginarla como una figura o personaje. No eres “tú” quien habla así, es una parte aprendida. Separarte de ella te da libertad para no creer todo lo que dice. - Detente cuando empiece el ataque.
Cuando te escuches pensando “no sirvo para nada” o “otra vez lo he hecho mal”, haz una pausa. Respira. Pregúntate si eso que estás diciendo te ayuda o te hunde. - Habla contigo como hablarías con alguien a quien quieres.
Si una amiga estuviera pasando por lo mismo, ¿le hablarías igual de duro? Entonces, ¿por qué a ti sí? Empieza a practicar un tono más amable, aunque al principio te parezca forzado. - Reconoce tus esfuerzos, no solo tus resultados.
Valorar lo que haces bien no es ego, es equilibrio. No se trata de ignorar los errores, sino de no reducirte a ellos. - Recuerda que no tienes que ganarte el derecho a descansar.
El valor personal no se mide por la productividad. A veces, lo más valiente que puedes hacer es parar sin sentir culpa. - Atrévete a decepcionar a quien espera perfección.
Nadie puede quererte de verdad si tiene que hacerlo solo cuando eres impecable. La autenticidad siempre vale más que la perfección.
UNA NUEVA FORMA DE HABLARTE
La autocrítica no desaparece de un día para otro, pero puede transformarse. Con el tiempo, su tono cambia: deja de ser un juez severo para convertirse en una voz más sabia y comprensiva. Una voz que te recuerda tus límites sin humillarte, que te acompaña sin castigarte.
Hablarte con ternura no es debilidad, es madurez emocional. Significa recordarte que tu valor no depende de tus aciertos, sino de tu capacidad de seguir aprendiendo, sintiendo y cuidándote. Sanar la autocrítica es reconciliarte contigo. Es poder mirarte al espejo y decirte, con calma: “Ya no necesito hablarme como me hablaron. Puedo tratarme de otra manera.”
Si te has sentido identificado con el artículo, te cuesta gestionar tu autocrítica o te gustaría crear una voz más autocompasiva, podemos ayudarte. Puedes ponerte en contacto con el equipo de Psicopartner, llamándonos al +34 669 489 678 o enviándonos un email a hola@psicopartner.com y reservar una cita presencial o bien utilizando nuestro servicio de psicología online, donde estaremos encantados de analizar tu caso, atenderte y ayudarte.





