El miedo a la oscuridad en niños
“Mami, Papi tengo miedo a la oscuridad”.
Para hablar del miedo a la oscuridad, así como otros miedos propios de la infancia tendremos que tener en cuenta que el miedo en sí mismo es una emoción. Así que esta ahí desde que nacemos, el miedo es una emoción de las llamadas “defensiva” que no “negativas”, en tanto en cuando está instalada como una respuesta automática que avisa a nuestro sistema nervioso de los peligros que pueden acecharnos.
El miedo por lo tanto activa nuestro sistema de alerta, nos dice que tenemos que defendernos de alguna manera.
Tener miedo por lo tanto es normal, todo el mundo tenemos miedos y en el caso de los niños pequeños son muy frecuentes algunos de ellos que se intensifican o aparecen en función de la etapa del desarrollo en el que se encuentran los pequeños.
Uno de los primeros miedos en aparecer en los pequeños es a las personas extrañas, suele aparecer hacia los 10 meses de edad en clara relación con la adquisición definitiva del apego y la vinculación afectiva con sus figuras de protección.
El más frecuente de todos los miedos infantiles, el que más inquieta a los niños y que todos conocemos por algún conocido o por nuestros propios hijos es el miedo a la oscuridad, es atávico, se remonta a la noche de los tiempos y es por lo tanto evolutivo. Los seres humanos somos ante todo un mamífero, y un mamífero diurno, todas nuestras adaptaciones están diseñadas para estar activos de día y para descansar de noche.
Puede aparecer antes de los 3 años, pero ese infrecuente, lo más habitual es que los pequeños refieran el miedo a partir de esa edad pudiendo instalarse y convivir con el niño hasta la adolescencia.
¿Podemos evitar el miedo a la oscuridad?
Como todos los miedos de carácter evolutivo, es benigno, no necesita ser tratado y si los adultos actuamos con normalidad desaparece de forma espontanea.
Si tu pequeño/a tiene miedo y no puede dormir sin luz, recomendamos utilizar una pequeña luz de cortesía o de noche, tenue que permita al niño saber en todo momento donde está si se despierta y conciliar el sueño sin temor a que “los monstruos que viven debajo de las camas y dentro de los armarios” de todos los niños acudan a perturbar su descanso y el de sus padres.
Los adultos que cuidamos del niño tenemos que hacerle saber, que aunque duerma solito/a, siempre que tenga miedo vendremos a atenderle, con amabilidad, con calma, si, aunque sea a las 3 de la madrugada (hora de las pesadillas) y que nos quedaremos a su lado hasta que vuelva a dormirse.
En este sentido es esencial que entendamos que si hemos decidido que el niño duerma solito en su propia habitación, no debemos llevar al niño a ningún otro lugar para que vuelva a conciliar el sueño, lo único que necesita el pequeño es a papá o a mamá a su lado para volver a sentirse seguro y protegido.
Los adultos que cuidamos del niño tenemos que hacerle saber, que aunque duerma solito/a, siempre que tenga miedo vendremos a atenderle, con amabilidad, con calma, si, aunque sea a las 3 de la madrugada (hora de las pesadillas) y que nos quedaremos a su lado hasta que vuelva a dormirse.
En este sentido es esencial que entendamos que si hemos decidido que el niño duerma solito en su propia habitación, no debemos llevar al niño a ningún otro lugar para que vuelva a conciliar el sueño, lo único que necesita el pequeño es a papá o a mamá a su lado para volver a sentirse seguro y protegido.
Conviene aquí hacer una mención especial a los factores culturales, a los mensajes que a modo de mandatos y estereotipos enviamos sin darnos cuenta a los niños pequeños. Las conversaciones con amigos, con familia extensa están llenas de esas frases “hechas” que usamos para hacernos entender, pero que los niños entienden de forma literal.
Si en nuestro entorno o incluso nosotros mismos mostramos temor, reverencia o respeto a estar en la calle durante la noche, si hacemos referencia los oscuro que está todo, debemos tener en cuenta que nuestros pequeños están percibiendo nuestra inquietud y nuestra inseguridad y por tanto su sistema nervioso colocará al pequeñin en modo de máxima alerta ante esas situaciones.
La Nictofobia: el miedo a la oscuridad en los adultos
“María tiene 19 años, vuelve a casa a las 12 de la noche después de tomar algo con unas amigas, al llegar a su calle se da cuenta de que no hay luz, el alumbrado público no funciona, al final de la calle ve la figura de dos personas que caminan hacia ella, no puede dejar de mirarlas, su actitud no es especialmente sospechosa, pero no puede ver bien su rostro, sus ropas, sus manos, así que empieza a sentir miedo, no lo puede evitar. María nota como se le acelera el corazón, como le sudan las manos, no puede evitar empezar a respirar cada vez más deprisa y finalmente antes de cruzarse con las dos personas sale correindo hacia su portal. Nerviosa, manipula las llaves y trata de abrir la puerta que se atasca, cree que el corazón le va a estallar en el pecho,.
Finalmente María logra entrar en su casa, enciende la luz y aún muy asustada y tarda más de tres horas en dormirse, está tan asustada que deja la luz de su mesilla encendida toda la noche.
Al día siguiente había quedado para salir con las mismas amigas, seguramente volverá tarde, al levantarse por la mañana no puede evitar recordar la experiencia de la noche anterior y vuelve a notar como sólo al recordarlo se le acelera de nuevo el corazón, siente tanto miedo de volver a sentir miedo, que decide no salir. Hoy María tiene 24 años, no ha vuelto a salir de noche de su casa y duerme con la luz de la mesilla encendida desde aquel dia…”
En la historia de María, tendremos que saber que desde pequeña fue descrita como muy miedosa por sus padres, su madre también tiene muchos miedos, desde pequeñita a la madre de María le contaban historias de hombres que venían por la noche a llevarse a los niños, era la forma de hacer que se portase bien, sin quererlo en ningún modo mostró a María muchas veces su miedo con expresiones como “uh que oscuro está ahí, no, no, mejor vamos por este otro sitio”, cuando María empezó a salir le pedía que le mandase mensajes cada cierto tiempo para saber dónde estaba,… podríamos seguir poniendo ejemplos de cómo poco a poco se fue gestando el germen de la fobia en la protagonista de la historia.
El tratamiento de la fobias
Tradicionalmente el tratamiento de las fobias se ha abordado con mucho éxito utilizando técnicas cognitivo-conductuales. Estas técnicas se basan en la exposición en situaciones reales o imaginadas, de forma gradual y controlada a las situaciones temidas. Se suele hacer oponiendo un estado de relajación previo al momento de la exposición. Todo el empeño de la terapia consiste en que la persona se habitúe poco a poco y con el menor sufrimiento posible a estar en las situaciones o frente a los objetos que provocan la fobia.
En Psicopartner vamos un paso más allá, entendemos que la persona es un sistema social, por encima de todo, que tenemos que prestar atención a su historia personal, a los mandatos y a las situaciones de toda su vida que le han producido temor, utilizamos para ello metodologías y terapias que incluyen técnicas no solo conductuales sino también de gestión emocional, de desensiblización, de aceptación de compromiso, con el objetivo de que la mejora que experimenten nuestros pacientes sean globales y generalizables en todos los ámbitos de su vida.
Si tienes miedo a la oscuridad y está afectando a tu vida o bien tienes un hijo/a que tiene este problemas y no sabes como tratarlo, llamanos al 91 466 98 62 o bien al 669 489 678 y reserva tu cita online (videollamada) o presencial. Estaremos encantados de atenderte.