Responderemos de forma rápida a esta pregunta, las siglas EMDR, provienen del inglés y son el acrónimo de Eye Movement Desensitization and Reprocessing. En castellano se puede traducir como desensibilización y reprocesamiento por movimientos oculares. Se trata de un grupo de técnicas que, unidas a un encuadre adecuado, de características integradoras, se convierte en un herramienta muy potente para el trabajo con situaciones traumáticas del pasado o situaciones potencialmente traumáticas que nos esperen en el futuro. También son una buena herramienta para manejarnos con las incomodidades, los desencuentros, con la dificultad de aceptarnos a nosotros mismos.
Bien utilizadas se pueden convertir en una valiosa ayuda para aquellas personas que tienen problemas con su autoconcepto o con su autoestima.
A finales del siglo XX, Francine Shapiro, psicóloga norteamericana, da a conocer un descubrimiento fascinante. Si logramos reproducir de forma consciente y voluntaria los movimientos oculares que se producen durante el sueño de los seres humanos (en la fase REM, Rapid Eyes Movement), la sintomatología asociada a la experimentación de un trastorno de estrés postraumático (TEPT), mejoraban sensiblemente.
Saphiro creo una serie de protocolos para estandarizar los tratamientos, garantizar la replicabilidad de los estudios y para el uso clínico de las técnicas. Lo que realmente había descubierto es que los seres humanos disponemos de un recurso natural para hacer frente a la experiencia, construir nuestra memoria e integrarla creando una historia que nos contamos sobre lo que nos ocurre y que constituyen por tanto la base de la percepción que tenemos de nosotros mismos, de nuestra autoimagen. Este mecanismo natural se pone en marcha durante el sueño (y sí, todos soñamos), y se activa a través de los movimientos oculares característicos del sueño, conocidos como movimientos sacádicos.
La huella de las emociones
Cuando la experiencia emocional (interna o externa) que ha vivido una persona es de tal intensidad que no podemos soportarla, se produce una incapacidad de nuestro sistema nervioso para manejarse con ella. Si la intensidad es lo suficientemente potente podrá generarse un bloqueo, una especia de encapsulamiento de la experiencia, siguiendo a Vessel Van del Kolk, diríamos que nuestro sistema emocional «corta» la comunicación con el cerebro, impidiendo que la amigdala y la corteza cerebral puedan compartir su información e integrar la situación vivida como parte de la historia personal.
La amígdala es un órgano esencial en la experiencia emocional de los seres humanos y está íntimamente relacionado con la supervivencia, si el peligro percibido por nuestra amígdala puede poner en riesgo nuestra vida, entonces actuará, bloqueando el razonamiento y el control voluntario de la reacción del cuerpo.
En una de sus obras divulgativas más emblemáticas «El cuerpo lleva la cuenta», Van der Kolk, explica como lo que nos quedara de aquella situación será la experiencia somato-sensorial, esto es la reacción que se produce en nuestro cuerpo cuando la amígdala toma el control y nos impide pensar.
¿Quién no ha presenciado, o protagonizado una discusión de tráfico en la cual una persona aparentemente tranquila y calmada, pierde el control y actúa de forma inesperada o violenta?, cuando todo termina y preguntamos al protagonista de nuestro ejemplo, es muy común que te cuenten que no saben lo que les pasó, que simplemente, sentían arder su estómago, las orejas muy calientes y una especie de «volcán» en su pecho que no se calmó hasta que pasaron unos minutos después de incidente. No solemos recordar las palabras exactas de lo que dijimos, no solemos recordar realmente lo que ocurrió. Si conseguimos integrar la experiencia lo que recordaremos será un reconstrucción de lo que ocurrió que sea compatible con lo que sentimos durante todo la situación, la memoria y la creación de recuerdos son por tanto procesos dinámicos.
En una discusión de tráfico, podremos integrar, reformular, construir y ser por tanto competentes en nuestra vida después de ella,… pero ¿y si se tratase de un accidente con víctimas?, ¿una violación?, ¿malos tratos recurrentes?, todas estas experiencias son susceptibles de generar grandes dificultades a las personas que pasan por ellas, pesadillas, flash-backs o amnesias (no recordad nada), son algunas de sus consecuencias más comunes.
Precisamente en este tipo de situaciones, a las que podríamos unir los desastres naturales, las agresiones, bélicas o no, la pérdida de seres queridos y un sin fin de situaciones potencialmente dañinas para la persona, en este tipo de situaciones es donde está indicada la terapia EMDR.
¿Cómo funciona el EMDR?
Muy básicamente lo que se hace en estás técnicas es pedir a los pacientes que se centren en la situación temida, a través de las reproducción en estado de vigilia (despiertos) de los movimientos oculares del sueño, las personas pueden narrarse, explicarse lo que paso, entenderse y finalmente reprocesar la experiencia. Debe tenerse muy clara una máxima esencial, la experiencia no se borra, no desaparece, sin embargo es posible recordar lo que pasó sin reexperimentar la sintomatología que nos bloquea, al igual que podríamos recordar la experiencia de una discusión de tráfico, sin que volvamos a sentir la ira, el calor en la tripa, en el pecho o en las orejas.
La forma de trabajo básica con estas técnicas se estructura en 8 fases, de las cuales, desde nuestro humilde punto de vista, las que definen el éxito son aquellas en las que se trabaja en el encuadre del problema y la apertura de lo que Shapiro y otros autores llaman «umbral de tolerancia». Esto significa trabajar en la capacidad de la persona para poder narrar lo que pasó. Muchas veces nos encontramos la misma verbalización en la terapia «esto no lo había contado nunca, nunca había podido hacerlo hasta ahora».
La sola posibilidad de narrar lo inenarrable, de contar lo silenciado durante mucho tiempo crea un efecto balsámico en las personas que empiezan a entenderse, a aceptarse y finalmente si todo el proceso va bien a curarse de las heridas de su psique.
Al igual que los bebés al nacer presentan un canal sensorial preferente, como dice Pepa Horno, especialista en infancia, esto es vista, oido y tacto, y las técnicas EMDR se pueden aplicar de la misma forma;
- A través de movimientos oculares, el terapeuta moverá los dedos ante los ojos del paciente, al tiempo que éste los sigue sin mover la cabeza.
- A través del tacto, el terapeuta dará pequeños toques alternos en el dorso de la mano del paciente o en los hombros del mismo.
- A través del oido, el terapeuta expone al paciente a sonidos o música que se escuchan de forma alterna por uno y otro oido.
La eficacia de uno y otro canal dependerá de varios factores que el profesional debe evaluar para elegir aquella que se adapte mejor a la situación que se está trabajando o a la sensibilidad del paciente.
Tanto la OMS (Organización Mundial de la Salud) como la APA (Asociación Americana de Psiquiatría), han dado su máximo reconocimiento a las técnica EMDR como terapias de elección para el tratamiento del estrés agudo, o el trastorno de estrés postraumático cómo veíamos anteriormente.
Las técnicas EMDR se han mostrado también útiles para trabajar con ansiedad, depresión
, fobias, y en general de forma complementaria en los procesos psicoterapéuticos en los que se trate de restaurar la vinculación con las figuras de apego o con uno mismo.
En Psicopartner, como expertos en terapias de tercera generación también lo somos en el tratamiento con este tipo de técnicas EMDR, que tanto han aportado a la mejoría y al bienestar de nuestros pacientes.
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