LA VENGANZA: una herida que se repite…

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¿Alguna vez te han herido tanto que juraste esa persona te lo pagaría? ¿Y cuando por fin te vengaste… sentiste alivio o más vacío que antes?

La venganza promete justicia, pero a menudo deja un sabor amargo. Puede darte poder durante unos minutos, pero no sana el dolor que llevas dentro. ¿Por qué sucede esto? ¿Por qué incluso después de vengarte, sigues sintiéndote mal? ¿Qué esconde realmente ese deseo de hacerle pagar al otro?

¿QUÉ ES LA VENGANZA? ¿Y POR QUÉ NOS ENGANCHA?

La venganza es una repuesta emocional a un daño percibido. Es el intento de reestablecer un equilibrio interno, devolviéndole al otro el sufrimiento que te ha hecho sentir. En su origen hay ira, humillación, traición y una profunda sensación de injusticia. 

Pero a diferencia de otras formas de agresión, la venganza no aparece sin motivo. Siempre hay una herida previa. Una traición. Un rechazo. Un ataque al honor. En culturas o entornos donde la reputación es esencial, la venganza incluso se justifica como forma de “poner las cosas en su sitio”.

Pero mas allá del contexto social, la venganza se caracteriza por ser reactiva: busca reparar una injusticia a través del dolor ajeno. Desde fuera puede parecer destructiva, pero desde dentro se vive como una forma de justicia personal. 

Las situaciones que más despiertan deseos de venganza:

  • Injusticia o violación de normas: cuando alguien rompe un pacto implícito de confianza, lo que suele provocar indignación y deseos de justicia. 
  • Rechazo, humillación y traición: el rechazo social, especialmente si viene de alguien significativo es uno de los disparados más potentes de la venganza.
  • Ataques al honor o la identidad: en entornos donde el valor personal se mide por el respeto recibido, cualquier afrenta puede vivirse como una herida que exige reparación. 

El objetivo final de la venganza es evitar futuros ataques de los agresores. Cuando alguien es conocido por “ser vengativo” es menos proclive a ser victimizado, ya que los demás saben que cualquier ataque contra él tendrá consecuencias. Es decir, se busca mantener el orden a partir del miedo al castigo, en el que los demás se abstendrán de hacer daño a alguien, si saben que esta persona buscara venganza contra ellos. 

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¿QUE ESCONDE REALMENTE EL DESEO DE VENGANZA?

La venganza no busca sanar, busca recuperar el poder. Cuando alguien nos hiere, lo que más duele no siempre es el hecho, sino cómo nos deja por dentro: vulnerables, impotentes, rotos… La venganza aparece como una defensa contra esa vulnerabilidad insoportable. 

Te permite dejar de sentirte indefenso, solo, sin herramientas para afrontar esa situación para convertirse en agente activo (buscando dominar al agresor). Acabas invirtiendo los roles: ahora es el otro el que sufre. Te conviertes en aquello que tanto te dolió. 

Gracias a esto te da sensación de control, de poder, de agencia que no tenías cuando te hicieron daño. Hasta cierto punto le da sentido a tu sufrimiento, pero no calma tu dolor en ti. Porque el problema no es solo lo qué paso, sino como te dejo por dentro, pero también esa ruptura de creencias, qué aspectos de tu identidad quedaron tocados. 

Y paradójicamente, es al tocar ese fondo emocional cuando empieza realmente la sanación. No a través de la violencia, sino a través del reconocimiento del dolor

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LAS FASES INVISIBLES DE LA VENGANZA

Todo comienza con el dolor. Un golpe emocional que desestructura tu mundo. Sientes que algo básico se ha roto: la seguridad, la confianza, la dignidad. Y aparece el miedo: miedo a volver ser herido, a perder estatus, a no poder reparar lo vivido. Y ahora la realidad se tiñe de angustia, en el que el mundo ya no aparece tan seguro, ni justo… 

Después aparece la ira hacia el agresor junto a pensamientos obsesivos hacia el agresor de rechazo: “algún día lo pagará”. Y se empieza a fantasear sobre cómo hacer daño al otro, estas ideas suelen venir acompañadas de sensaciones de alivio y satisfacción al imaginar al otro sufriendo por fin las consecuencias. Y cuanto mas placer anticipas al imaginar haciendo sufrir al agresor, cada vez empiezas a estar mas dispuesto a pagar un costo personal con tal de castigarle de verdad. 

Llega un momento en el que se cruza ese umbral, y se realiza al acto de venganza. Por fin se materializa toda esas emociones de rechazo y odio hacia el agresor. Se consigue liberar todas las tensiones acumuladas. Inmediatamente parece sensación de alivio y liberación tras vengarse, es por ello, que la venganza es un mecanismo de regulación emocional, al igual que el perdón

Pero estas emociones de bienestar suelen durar muy poco, y se mezclan con emociones negativas…

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CONSECUENCIAS DE LA VENGANZA

Aunque a veces se viva como una solución necesaria, la venganza suele ser profundamente contraproducente. En lugar de cerrar le herida, prolonga el malestar emocional y perpetua el ciclo de violencia. Se convierte en un combustible que mantiene viva la llama del dolor. 

Lejos de mejorar el bienestar, quienes han llevado a cabo la venganza no se sienten mejor. De he hecho, muchas veces su estado emocional empeora. El desquite genera un alivio inmediato, pero este suele venir mezclado con emociones como culpa, vergüenza o insatisfacción. Lo que parecía ser un acto de justicia, deja una sensación de vacío o de haber cruzado una línea interna difícil de reparar. 

Estudios como el Carslmith et al. (2008) lo confirman: las personas que buscan la venganza para sentirse mejor se sienten peor que aquellos que no la realizan, tardando mas en recuperarse emocionalmente. El acto vengativo suele dejar a las personas enganchadas en el recuerdo del daño.

Y ahí aparece la rumiación: volver una y otra vez a lo que ocurrió, a lo que te hicieron, a lo que desearías hacerles. Esta repetición constante no libera, amplifica. El sufrimiento se vuelve crónico. El daño se revive. La herida permanece abierta. 

Lo peor de todo, la venganza desata represalias, generando un efecto en cadena de violencia. Uno actúa, el otro responde, y así se instala una espiral de violencia que se retroalimenta. Muchos conflictos nacen y se sostienen sobre este ciclo interminable: “tú me hiciste daño, ahora me toca a mí”. Así, el dolor no solo se repite, se multiplica. 

¿PORQUÉ DESPUÉS DE VENGARTE SIGUES SINTIÉNDOTE IGUAL DE MAL?

Porque la venganza no repara lo que fue roto. Puede restituir el equilibrio haciendo que el otro sufra, pero el yo herido sigue dañado por dentro. La heria sigue ahí, silenciada, no sanada. 

La ira es legítima. Puede movilizar, proteger, empujar a actuar. Pero no cura. Porque lo que esta en juego no es solo el daño recibido, sino la vulnerabilidad que quedo expuesta: la impotencia, la vergüenza de haber sido herido, el sentimiento de perdida sobre algo que era valioso y fue violado. 

Y esa parte, no se alivia castigando. Se alivia cuando es reconocida y acompañada. Cuando deja de esconderse bajo capas de rabia, indiferencia o dureza, y puede mostrarse tal y como es. 

A veces, tocar fondo emocionalmente permite acceder a una experiencia emocional autentica: la vulnerabilidad esencial. Aquello que da tanto miedo, pero que cuando se permite sentir, se convierte en el inicio de sanar.

La venganza, en muchos casos, se convierte en un personaje: máscara rígida, una coraza que protege… pero que también aísla. Esconde el dolor de no sentirse suficiente, de haber sido despreciado o atacado. Por eso, mas que castigar al otro, lo que verdaderamente se necesita es transformar la forma en que nos relacionamos con nosotros mismos. 

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Luis Guillen Plaza

Psicólogo Colegiado M-40260 (Salud y Trabajo)
Psicólogo especialista en Sexología, Orientación Sexual y Terapia de Pareja

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